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El tiempo de descuento para Cristina Kirchner y Alberto Fernández está corriendo

El Jefe de Estado se convirtió en un presidente acorralado por las circunstancias

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner (Archivo)
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La parodia nacional y popular que vivimos, protagonizada por el dúo Pimpinela (Alberto y Cristina) contiene varios puntos de encuentro, en particular un fanatismo exacerbado que coloca de rehén a la sociedad a punta de “incertidumbre”, donde todo es llevado al extremo, incluso del ridículo, más interesados en la próxima elección que en la solución concreta de los problemas para los que fueron votados.

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El vodevil criollo que terminó con la designación de Silvina Batakis al frente del Ministerio de Economía, quien “ya” pareciera tener los días contados a juzgar por el nulo apoyo “cristinista” que tuvieron sus primeras medidas, posee las características de una comedia negra que se “cocinó” de último momento. Hubo tres grandes perdedores: Alberto y Massa que se quedaron con las manos vacías.

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Y Cristina quien tuvo que agarrar el fierro caliente que la terminará quemando en 2023 o incluso antes. Se vivieron horas frenéticas que concluyeron como era previsible, Alberto corrido al asiento trasero del auto y Cristina agarrando el volante, las llaves y todo lo que encontró a su paso. Sin dudas la salida de Guzmán la obligó a colocarse justo donde “no” quería estar, al frente de los problemas y a la vista de todos.

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Un lugar incómodo, en un momento complejo, y sin las herramientas necesarias para encontrar una salida, carencia que por cierto se debe a las propias creencias que rozan el fanatismo exasperado y errado de la vice en “sus” dogmas que ya fracasaron reiteradamente. Cree que entiende de economía. La realidad indica que no tiene idea. Alberto, sin reacción frente a los problemas, se muestra incapaz para solucionarlos al mismo tiempo que irrita a propios y ajenos.

El Presidente solo intenta aguantar y no quedar en la historia como uno de los mandatarios que se tuvieron que ir antes de su fecha de vencimiento. En la pulseada con Cristina perdió estrepitosamente. Quedó claro quién manda y quién obedece. Los “carpetazos” públicos de Cristina tuvieron sus efectos en privado. La “tregua” es solo una pausa, que por estas horas luce frágil por el poco (o nulo) apoyo de la Vicepresidenta a las recetas económicas de Batakis.

Alberto solo pudo mantener la lapicera, ya no tendrá la potestad de mover la mano -si es que alguna vez la tuvo-, funcionando como presidente “testimonial” del ala dura del Frente de Todos que terminó de imponerse. Primero se dijo que solo le quedaba una mesa ratona, para juntarse con los pocos funcionarios que aún le respondían. Luego siguió la “mesita de luz”. Hoy está de mudanza al fogón de afuera.

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Acorralado por las circunstancias no tuvo más remedio que sentarse en la mesa de Cristina, donde es invitado junto a Sergio Massa, todo cubierto por un manto de secretismo que deja entrever claramente que Cristina pretende morigerar para sí misma las consecuencias de lo que será un previsible estallido de la economía nacional y popular. El gobierno del “cepo a todo” ha generado con las recetas económicas una mayor indignación en la sociedad.

La misma que aún se muestra paciente ante sus desaguisados, a pesar de los primeros síntomas de racionamiento en algunos productos básicos. Sabemos por experiencia que la paciencia en algún momento se acaba. En el contexto actual, el rey se quedó desnudo, lo que llevó a que Cristina Kirchner quede visiblemente al mando del gobierno. Su intención de pararse en la vereda de enfrente quedó atrás, sabe que su futuro está en juego.

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Las proyecciones inflacionarias se están acercando peligrosamente a los tres dígitos. El dólar no afloja y el riesgo país sigue trepando con destino a las nubes, mientras la deuda pública supera los 328 mil millones de pesos. La dueña del poder y de los votos sabe que las elecciones se ganan con las heladeras llenas, esas mismas que hoy están vacías. No por nada el mote de “Reina Polenta” sigue vigente.

Cristina no es ajena a los problemas, es la causante, ya que la crisis económica es una consecuencia de la crisis política de un gobierno que está navegando una de sus peores tormentas a la deriva, mientras los tripulantes se pelean en la cubierta. El desprecio por el Presidente no tiene retorno. Atravesamos una crisis económica y política de proporciones. Batakis solo fue designada por descarte, nunca fue la primera, ni la segunda… ni la quinta opción.

Alberto, sin votos, relegado a presidente testimonial, carece en la actualidad de la legitimación de ejercicio -esa que la propia Cristina señaló en uno de sus repetidos soliloquios- necesaria para ocupar el sillón de Rivadavia. Es un presidente sin poder, corrido al costado, y carente de credibilidad, que terminó claudicando frente a su jefa política. El país está en manos de Cristina. Alberto pasó a ser poco más que una figura decorativa, sólo útil para la foto.

Lamentable, pero real. Y, por cierto, Cristina se ocupó de acorralarlo, intimidándolo con carpetazos públicos de los que todos hablan, pero nadie se anima a contar por ahora. El único responsable de seguir ocupando un puesto para el que no está ni estuvo preparado es el propio Alberto. El tiempo de descuento para dos fanáticos como Cristina Kirchner y Alberto Fernández está corriendo.

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