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La cobardía de Alberto Fernández y Cristina Kirchner los hace ocultarse en el peor momento de la historia argentina

Las dos máximas autoridades de la Nación, con las mayores responsabilidades, han decidido hacer mutis por el foro en una de las más complejas crisis que recuerde la historia y en un clima de incertidumbre y angustia que ningún argentino merece.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Descacharreo

“Francamente, no creo en los planes económicos”. En julio de 2020 Alberto Fernández se jactaba ante el británico Financial Times de carecer de un plan para gobernar la Argentina. Algún mérito hay que reconocerle: el que avisa no es traidor. Tres años y poco después, ahí están las consecuencias de su jactancia. La inflación psicológica que el Presidente pregonaba, ya llega, en su gestión, al 744%, y casi triplica la del gobierno de Mauricio Macri.

Con una marca, en septiembre, de 12,7%, las proyecciones para el año superan el 180%. Claro que no fue magia ni obra de un solo hombre: ministro desde hace más de un año, Sergio Massa también lo hizo. Los logros son varios: con la inflación del último mes, Argentina alcanzó uno de los índices más altos del mundo, fue la más elevada de la región, y hasta superó a la de Venezuela, cuyos precios aumentaron 6% en septiembre.

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En el podio de inflación anual por ahora está primero el gobierno de Maduro, seguido por el Líbano y allí nomás, en tercer lugar, la administración Fernández -Fernández, o Fernández al cuadrado. Los fallidos intentos del Gobierno argentino por controlar la inflación incluyeron recetas tan novedosas como controles y congelamiento de precios. Recetas cuyo nulo efecto el mundo viene comprobando desde hace milenios.

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En un libro de 1979, “4000 años de controles de precios y salarios. Cómo no combatir la inflación”, Robert Schuettinger y Eamonn Butler repasan, desde el Antiguo Egipto y la China Antigua hasta el Imperio Romano y la Francia de la Revolución pasando por la Alemania nazi, los Estados Unidos de la Segunda Guerra y la Argentina de las primeras presidencias de Perón, cómo el mecanismo de control obligatorio de precios nunca ha funcionado.

Pero el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, para seguir con las lecturas psicologistas del Presidente, que dio señales de vida la última semana cuando, para desesperación de Massa, denunció a Javier Milei por su recomendación de no renovar plazos fijos ya que “el peso vale menos que excremento” y también con su viaje a China, en una suerte de gira – despedida solventada, en definitiva, por los flacos bolsillos de todos los argentinos.

Igual de lejos está la vicepresidenta, ¿recuerdan?, Cristina Kirchner, aunque no se haya movido del país que por estos días gobierna. De manera oficial, se entiende. Las dos máximas autoridades de la Nación, con las mayores responsabilidades, han decidido hacer mutis por el foro en una de las más complejas crisis que recuerde la historia y en un clima de incertidumbre y angustia que ningún argentino merece.

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Para los más jóvenes, la situación es inédita. Para el resto, y dependiendo de la edad que se tenga, desfilan tristes memorias, del Rodrigazo a la híper de Alfonsín, pasando por otras que ya sería hora de dar por superadas. A la suma de deprimentes récords que ostentamos -hasta Miguel Pesce, presidente del Banco Central, quedó como el peor calificado en un ranking global- tenemos que ahora, en otro estudio internacional, Argentina exhibe el peor indicador de la región en materia de estado de ánimo.

Y es que cayó abruptamente en cinco años, señala que la mitad de la gente vive estresada, y coloca a Argentina entre los países con niveles más altos de estrés declarado. Consecuencias de la inflación psicológica, la sensación de inseguridad y el circuito “pequeño y marginal” del dólar blue, vocera presidencial dixit, junto a la incalificable irresponsabilidad de la dirigencia política gobernante.

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