Mas allá del pesar que expresa atónita la ciudadanía por la muerte del obrero Jorge Ariel Barrionuevo, debe ser tenida en cuenta para adquirir conciencia del problema general que vive el oeste de la ciudad, y es que el desprendimiento de tierra tuvo cualquier responsabilidad, menos la de los trabajadores accidentados. LA GACETA sigue con minuciosidad la crónica de los graves problemas que sufren los habitantes de El Corte y los proyectos de un nuevo puente sobre el río Muerto. Pero es solo la punta del iceberg.
No es solo un puente sobre un río saqueado por la ambición empresaria y la complicidad de las autoridades de minería. ¿Será esta fatalidad el despertar de las autoridades competentes, de que el tema del puente es parte de un problema mayor y este es solo una consecuencia? Prever y prevenir es uno de los deberes esenciales de buena política de Estado. Una tormenta de 300 mm que no es improbable por el cambio climático, despertaría al río Muerto y se llevaría por los aires cualquier puente por bonito que sea, y tendría gravísimos perjuicios para todo el Gran Tucumán.
Hemos sostenido, desde hace tiempo, la necesidad de un Programa de Protección Integral de la Sierra de San Javier en su conjunto, atento a que el ecosistema del Gran Tucumán depende de esta serranía para asegurar su bienestar. Hablamos de la necesidad de constituir un ente integrado por todas las instituciones involucradas: el Gobierno Provincial y la UNT; los municipios de Tafí Viejo, Yerba Buena y Lules; las comunas rurales de Cebil Redondo, El Manantial, San Pablo y San Javier; ONG e instituciones ecologistas, a fin de tratar políticas comunes para preservar un bien desatendido.
Por ejemplo, la sistematización de los acuíferos y las vertientes de altura, la erradicación de las deforestaciones, las áreas prohibidas para la urbanización, el mejoramiento de caminos y sendas, la creación de una guardia rural -ya que la UNT no tiene personal ni equipamiento para evitar usurpaciones en sus 14.000 hectáreas, y otras medidas adicionales para cumplir con el fin protector de tan preciado regalo de la naturaleza. Hasta ahora no fuimos escuchados, salvo alguna iniciativa del municipio de Yerba Buena. Toda muerte en plena labor siempre es injusta, sobre todo cuando pudo evitarse. Ojalá que los legisladores sancionen un programa, por ley, y se firme un convenio interjurisdiccional con la UNT.
¡Que la muerte del obrero Barrionuevo, que no tuvo avisos fúnebres, no haya sido en vano! Y que al menos el nuevo puente lleve su nombre como símbolo del sacrificio por la tierra.
Benito Carlos Garzón