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Lejos de absolverla, a Cristina Kirchner la historia la está juzgando

La exposición del Luciani podría tener algún nexo con aquel alegato histórico realizado por el fiscal Julio Strassera el día del “Nunca más” durante el juicio a las Juntas Militares.

cristina kirchner diego luciani
Cristina Kirchner - Diego Luciani
Descacharreo

Cristina Kirchner parece creer que su vida política debería ser contemplada desde la distancia de los tiempos y solo las generaciones venideras tendrán la capacidad suficiente como para comprenderla y contextualizar sus actos. Esto tampoco lo inventó Cristina, la idealización y consagración de las imágenes, sin importar los errores o delitos cometidos, está en el Tomo 1 del manual peronista.

Pero el contundente alegato acusatorio que está llevando el fiscal Diego Luciani también es y será parte de la historia. Si bien mucho de los argumentos utilizados por el funcionario judicial eran conocidos por gran parte de la opinión pública, escucharlos de modo ordenado, apoyados en pruebas, mensajes, contratos, hechos, fechas y testimonios no dejó de sorprender al más informado sobre el tema.

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Fue sin dudas el relato más duro y conciso en boca de un funcionario judicial en representación del pueblo sobre la corrupción en la Argentina, que no comenzó con los Kirchner, pero que supo desenvolverse con absoluta impunidad con ellos en el poder. La exposición del Luciani podría tener algún nexo con aquel alegato histórico realizado por el fiscal Julio Strassera el día del “Nunca más” durante el juicio a las Juntas Militares.

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Porque más allá de la condena y los hechos sucesivos que atravesamos en pocos años, con las leyes de perdón hasta terminar en un indulto después derogado solo para los jefes militares, esa disertación jurídica del recordado fiscal Strassera aportó muchísimo para que la sociedad argentina pudiera finalmente comprender en ese entonces que la democracia era el único camino.

Este sistema imperfecto, que lamentablemente hasta ahora no logró que todos coman, se curen y se eduquen, como presagiaba el presidente Raúl Alfonsín, sigue siendo el sistema que elegimos y la opción del salvataje autoritario de la mano de los militares quedó desterrada para siempre. Fue nuestra propia historia quien juzgó y eligió un camino, más allá de las condenas que determinó la justicia.

La acusación de Luciani nos debería interpelar como sociedad y también podría dejarnos como legado un firme convencimiento: que comprendamos que no importa si con Carlos Menem el dólar estaba barato y se podía acceder a bienes y servicios que hoy tienen costos casi imposibles de solventar o si con Néstor y Cristina Kirchner hubo dinero para distribuir en asignaciones sociales necesarias o si con Mauricio Macri existió una reparación histórica para jubilados.

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Lo que no debemos tolerar es la corrupción, sin importar quien gobierne ni sus resultados. En diciembre de 2019, Cristina Kirchner estaba a días de volver al poder cuando retó a los jueces y dijo que ella no debía dar explicaciones porque la historia ya la había absuelto, creyó que el triunfo electoral de la fórmula que compartía con el presidente Alberto Fernández, ideada por ella, era su salvoconducto a la impunidad, que esa decisión popular la había absuelto.

Se equivocó. El éxito de determinado proyecto político, que siempre será parcial y coyuntural, no debe eximir de responsabilidades penales a quienes violaron leyes e incurrieron en el delito y si son condenados por la justicia deberían ser rápidamente inhabilitados para ejercer la función pública y terminar con los vericuetos que llevan a que sea la misma política quien termina salvando al corrupto otorgándole candidaturas para obtener los fueros necesarios.

Necesarios para no responder ante la ley como cualquier ciudadano común. Ya elegimos vivir en democracia, ahora estamos ante un momento bisagra de la historia que nos da la oportunidad de decirle “Nunca más” a la corrupción, de no aceptarla más como parte accesoria y necesaria de la política comprendiendo que el problema se eterniza y se agrava cuando es la sociedad la que elige y defiende a un político a pesar de conocer anticipadamente su pasado delictivo.

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