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Los cables y documentos secretos del regreso de Perón al país en medio de un clima de violencia imparable

Hace 50 años, el país se debatía en medio de la crisis económica y política que jaqueaba al gobierno del general Lanusse. La incógnita era si Juan Domingo Perón regresaría al país o no. Las especulaciones. Las dudas de Cafiero. Las entrevistas de David Rockefeller. Y el plan de Montoneros para provocar el derrocamiento del presidente de facto

perón
Juan Domingo Perón y su amigo Giancarlo Elia Valori caminan por Roma en 1972
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Hace medio siglo la sociedad se preparaba a vivir el capítulo final del primer retorno del ex presidente Juan Domingo Perón a la Argentina, luego de casi dos décadas de exilio. Faltaban apenas once días. El país y el mundo eran totalmente distintos a los días que corren. El martes 7 de noviembre, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Richard Nixon, se presentaba nuevamente a elecciones buscando su reelección. Su contrincante era el demócrata de izquierda George McGovern y según todos los sondeos de opinión sería ampliamente derrotado. Además se renovaría un tercio de la Cámara de Senadores y la totalidad de la Cámara de Representantes. Todavía nada se conocía públicamente, pero fue durante esta campaña presidencial que un grupo de “plomeros” (con el conocimiento de la Casa Blanca) ingresaron al Comité Demócrata, ubicado en el edificio Watergate, y fueron sorprendidos espiando. Tras una larga investigación periodística, poco menos de dos años más tarde Nixon deberá abandonar deshonrosamente el Salón Oval presidencial. En Europa, tras haber firmado un acuerdo que establecía relaciones diplomáticas, las dos Alemania (Occidental y Oriental) se preparaban para incorporarse a las Naciones Unidas y en Chile, luego de dos años de gobierno, Salvador Allende Gossens capeaba otra crisis que lo llevaba a concretar un nuevo cambio de gabinete.

Los argentinos miraban estas noticias del exterior con escaso interés, la preocupación estaba en el retorno de Perón y el creciente clima de violencia. Una de las víctimas eran los locales del partido Nueva Fuerza que lideraba el ingeniero Álvaro Alsogaray. Otro título del matutino La Opinión del domingo 5 de noviembre de 1972 informaba que “incendian con bombas molotov 7 vagones ferroviarios en localidades suburbanas”, mientras el ex presidente Arturo Frondizi opinaba que “la preocupación de los argentinos se refiere a la situación crítica” económica y social, mientras advertía sobre la posibilidad de altos “niveles de rebeldía popular y descontento en todos los sectores”. Desde otro lugar, el radical Ricardo Balbín consideraba que estaba por comenzar “un turno distinto en la historia política argentina: ayer el que ganaba era enemigo del derrotado y el derrotado odiaba al que ganaba” y ahora iba a ser diferente. La sociedad no lo sabía: desde septiembre de 1970, Perón y Balbín se habían cruzado, por lo menos, dos cartas. La primera fue el 25 de septiembre y Perón le decía a su antiguo adversario: “Tanto Usted como yo ‘estamos amortizados’, casi ‘desencarnados’. Ello nos da la oportunidad de servir a la Patria en los momentos actuales, ofreciendo una comprensión que nos haga fuertes para enfrentar, precisamente la arbitrariedad de los que esgrimen la fuerza como única razón de su contumacia.”

Asistencia Pública

Título de tapa de La Opinión, 8 de noviembre de 1972Título de tapa de La Opinión, 8 de noviembre de 1972

Movilidad

En la primera semana de noviembre, los militares todavía pensaban que Perón no volvía y que todo era un gran bluff. Para confirmarlo, el general Lanusse invitó a conversar a Olivos al peronista presentable Antonio Cafiero y, a pesar de la advertencia de Madrid sobre que no hablara con militares –porque para eso estaba Perón–, el empresario ligado con la Ferretería Francesa entró en la residencia presidencial el domingo 5 de noviembre de 1972. Conversaron sobre el eventual retorno y el dueño de casa no respetó el acuerdo de palabra: el sábado 11 de noviembre, durante una exposición ante los mandos, contó que ni Cafiero estaba seguro de la vuelta de Juan Domingo Perón a la Argentina. Además, el comandante en Jefe también tuvo que reconocer que “como no se ha acordado previamente a qué viene Perón, el gobierno aplicará sus facultades y obligaciones para asegurar paz y tranquilidad y garantizar la vida de Perón, del mismo modo que lo hará con la de todos los habitantes.” Cafiero no había dicho nada nuevo. Para dinamitar su posible candidatura presidencial, en la contratapa de La Opinión del 14 de noviembre se publicó el Informe Rockefeller, un resumen de las entrevistas privadas entre el poderoso banquero estadounidense, David Rockefeller, con políticos argentinos. El presidente del Chase Manhattan Bank había llegado el 4 de noviembre por cuarta vez a Buenos Aires, para considerar sus inversiones en la Argentina (era uno de los dueños del Banco Argentino de Comercio). En ese informe se dice que Cafiero afirmó, entre otros puntos: Que el peronismo no se abstendría políticamente; que Perón no sería candidato; la fórmula presidencial será de raíz partidaria y que “Perón vendrá a la Argentina aunque no cree que su arribo sea inminente. Nadie en el fondo sabe lo que piensa el ex presidente; el justicialismo es el único partido político que puede garantizar la neutralización del comunismo, restándole influencia a su poder de penetración.”

La gran nota de tapa del domingo 5 de noviembre de 1972 informaba que “Cámpora regresa hoy con las decisiones de Perón sobre su retorno”. Según se decía, el delegado peronista llegaba de Madrid con instrucciones y detalles sobre el vuelo del avión de Alitalia que despegaría de Roma con una amplia delegación.

Cable de la embajada norteamericana sobre el retorno del ex presidenteCable de la embajada norteamericana sobre el retorno del ex presidente

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Por esa fecha, el delegado ya había confirmado el regreso de Perón y en las sombras, con la anuencia del delegado, se instalaba en el banco de pruebas –guste o no– el motor de la movilización que presionaría a Lanusse: la Juventud Peronista (JP), en la superficie, y las “organizaciones terroristas”, detrás de los cortinados. La terrorista Norma Arrostito, años más tarde, escribió: “se había constituido una ‘comisión’ de retorno formada por Montoneros ‘Pinguli’ (Carlos Hobert), Descamisados (Horacio Mendizábal y el ‘Sordo’ Sergio De Gregorio); FAR (Arturo Lewinger y la ‘Gorda Amalia’, Élida D’Ippolito), y JP (Rodolfo Galimberti y Norberto Ahumada). En esta comisión todos tenían cartas tapadas. Montoneros ‘controlaba’ a Descamisados y a JP; Descamisados corría casi por la libre con sus contactos con la Armada y con la posibilidad de un levantamiento militar. FAR se subía a un tren que de entrada había perdido (recordar la carta de Roberto Quieto desde el Penal de Rawson, donde pontifica que Perón no va a regresar y que en el país no habrá elecciones). JP, por su parte, tratará de fortalecerse aprovechando su fluido contacto con Perón y sus relaciones con Juan M. Abal Medina (secretario general del Movimiento), que ya empezaba a cortarse por la propia. Esta situación se pone de manifiesto en la conformación de la delegación ‘montonera’ que viajó en el chárter del regreso: ‘Chacho’ Pietragaglia iba por Montoneros, ‘Rody’ Vitar por la FAR, Roberto Bustos y ‘Bocha’ Waissman por JP, entre otros. La nota cómica la dio uno que en Roma se dedicó a comprarse de todo, fundamentalmente material pornográfico, los montos miraban: ‘¡Estos liberales de la «R», las FAR!’, ‘¡Estos de la M reclutan cualquier cosa!’, en definitiva al susodicho personaje no lo conocía nadie, cosa que saltó diez días después”.

Seguidamente, una de las asesinas del ex presidente de facto Pedro Aramburu escribirá: “El escaso tiempo de la confirmación de la fecha del regreso (la trae Ahumada 15 días antes desde Madrid), la descoordinación de esfuerzos; las informaciones erróneas o falsas sobre la situación de las fuerzas armadas (brindadas por Rodolfo Urtubey, hombre de Abal Medina y delegado militar del Movimiento Peronista); la lluvia, hicieron fracasar la intentona de producir un hecho insurreccional, acompañado de un levantamiento militar que destituyera a Lanusse. Todos los cuadros de las organizaciones armadas permanecieron concentrados en casas operativas, con el argumento de salir a defender a Perón si era necesario. Este gran bluff que todos ayudaron a gestar se derrumba, y la renuencia de Perón a convocar movilizaciones masivas, después del 17, colocó a Montoneros como única fuerza capaz de nuclear a todas las demás. Si a esto sumamos la gran cantidad de personas movilizadas que enfrentaban a la dictadura, se observa la gran relevancia de estos hechos que influyeron profundamente en el proceso de formación de la OPM (Organización Política Militar)”. Si bien el “hecho insurreccional” no se pudo realizar en noviembre, se intentaría en junio de de 1973. Mientras el terrorismo hacía planes, Perón en Madrid declaraba a los corresponsales de Le Figaro: “Si se trata de ir allá para aumentar la violencia, no quiero viajar. No voy para agregarme con los que están peleando. Ser útil no significa llegar al país subrepticiamente y crear una situación de fuerza, que todos sabemos cómo comienzan pero jamás cómo terminan. Mi retorno al país debe ser una prenda de paz a toda costa”.

General de división Tomás Sánchez de BustamanteGeneral de división Tomás Sánchez de Bustamante

A pesar de todo lo que se informaba en los diarios de esas horas, confidencialmente se realizaban reuniones de los políticos peronistas con los militares. Así lo prueban los numerosos informes que el general de división Tomás Sánchez de Bustamante, comandante del poderoso Cuerpo I, le elevaba a Lanusse. En uno de los mismos, tras una reunión con Benito Llambí, José I. Rucci, Lorenzo Miguel y Alejandro Díaz Bialet, informa que “mis interlocutores carecen de certeza del viaje de Perón. No obstante para el supuesto afirmativo es obvio que desea capitalizar su posición ante una gestión exitosa, que habría supuestamente creado las bases para hacer posible su retorno. Se percibe en todos ellos una enorme preocupación por las implicancias y derivaciones, reacciones contrarias, etc, que podrá provocar el hecho. De allí ese casi obsesivo requerimiento de que la responsabilidad de evitar desbordes y demás sea asumida por las FF.AA. Me resultó evidente que se encuentran sorprendidos ante la perspectiva de que pueda materializarse el retorno, por la falta de coordinación […] carecen de una conducción de objetivos claros y definidos y de estrategias trazadas para lograrlos.”

Otro informe que pasó “Conito” Sánchez de Bustamante, uno de los jefes más activos en esos momentos, dice que “el amigo” (Rodolfo Martínez) informa que Perón “no tomará la iniciativa para entrevistarse con Lanusse. Estará a la expectativa, a disposición, pero con la máxima buena voluntad”. En otro momento, el informe resulta ser engañoso porque el informante habla de “un gran gesto para una coincidencia total” de parte de Perón y que “no hace cuestión de nombres (de presidenciables); por el contrario cree que cualquier problema de nombres es solucionable.” Y como veremos en las próximas notas el ex presidente no realizó el más mínimo movimiento en busca de un encuentro con ningún jefe militar.

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