Todavía resuenan los ecos de la bochornosa sesión legislativa que tuvo lugar en la Cámara baja de Diputados, en la cual su titular, Sergio Massa, incurrió en lo que para muchos se trató de una espuria y vergonzosa maniobra para darle continuidad a los debates virtuales. Este es el objetivo del Gobierno nacional y, sobre todo, de la vicepresidenta, Cristina Kirchner, promotora de la profundización de la grieta en la política y en la sociedad.
A la supuesta intención de una parte del oficialismo nacional que proponía sellar un pacto institucional con el sector mayoritario de la oposición que encarna Juntos por el Cambio, le terminó ganando la estrategia impuesta por Cristina Kirchner, quien considera que el Frente de Todos puede gobernar sin ningún tipo de acuerdo con la oposición. Éste habría sido el origen de la infructuosa sesión parlamentaria que tuvo lugar a comienzos de la semana.
Ahora, el accionar de Juntos por el Cambio pasa por efectuar una denuncia en los tribunales porteños, y lo más importante, ausentarse de la principal bancada de la oposición en el resto de las sesiones ordinarias en lo que resta del vigente año, tanto en el Senado como en Diputados. En ese marco, la impugnación de la sesión del pasado martes era considerada una cuestión política no justificable y llegará al archivo judicial sin escalas.
Pero lo trascendente de esto será que la falta de la oposición en el recinto, implicará un hecho inédito en lo que hace a la historia moderna de la democracia argentina. Más, si se tiene en cuenta que Juntos por el Cambio representa el 40% del electorado que no tendrá representación en las próximas sesiones legislativas que sucederán en el Congreso donde se debatirán proyectos de suma importancia para el futuro institucional de nuestro país.
Tal es el caso de la reforma judicial, el presupuesto nacional para el año que viene, el DNU que permite la intervención del Gobierno en las empresas que prestan servicios de internet, cable y telefonía y la ley que impone un impuesto extraordinario a las grandes fortunas. Desde el oficialismo se intentará contar con el voto de algunos legisladores de la oposición a los que pueda convencer por medio del envío de fondos hacia sus respectivas provincias.
Mientras tanto, la sociedad termina siendo el pato de la boda, al tiempo que se encuentra cansada por la cuarentena y fastidiada por el enfrentamiento de la clase política. Al mismo tiempo, se queda sin representación parlamentaria en el Congreso y ve que puede peligrar la independencia del otro poder de la República: el Judicial, en caso de que la reforma logre la aprobación definitiva durante este mes en la Cámara baja de Diputados. Sin embargo, a diferencia de otros momentos históricos, la ciudadanía estaría dispuesta a vender cara la derrota de las instituciones en Argentina. Y como quedó demostrado el pasado 17 de agosto, no habrá pandemia de coronavirus ni riesgo de contagio que le impida tomar nuevamente las calles para hacer escuchar su voz y advertirle al kirchnerismo que no tolerará el avasallamiento del Parlamento y de la Justicia, tal y como pretende.
