El próximo domingo 1 de diciembre se cumple un nuevo aniversario de la muerte del Mayor Humberto Viola, que en 1974 fue asesinado cobardemente junto a su hija María Cristina por la organización Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Desde la Municipalidad de Yerba Buena, junto a los Veteranos de Guerra de Malvinas del la ciudad, invitaron al homenaje que realizarán a 45 años del asesinato del militar y que se llevará a cabo en el cementerio municipal, en calle Marcial Imbaud al 4100.
Adhieren al acto impulsado por el intendente Mariano Campero (UCR) la Fundación Unidos por Ellos, la Academia General Belgrano, la Unión de Promociones y el Circulo Nacionalista de Tucumán, entre otras agrupaciones.
El crimen del capitán Viola y su hijita
El domingo 1º de diciembre de 1974, el capitán Humberto Antonio Viola y su mujer María Cristina Picon, salieron a media mañana de su casa acompañados de sus dos hijitas: María Fernanda, de cinco años, y María Cristina, de tres.
Primero asistieron a misa y cerca del mediodía enfilaron con dirección a la casa de los padres del capitán, donde los aguardaban para almorzar. No eran los únicos que los esperaban. Once guerrilleros del ERP estaban apostados para asesinar al capitán.
A la una y cuarto de la tarde, Viola estacionó su Citroën Ami 8 en Ayacucho al 200, Barrio Sur, frente a la casa de sus padres. La mujer -dicho sea de paso, embarazada de cinco meses- descendió para abrir la puerta del garaje. Fue en ese momento que uno de los autos de los guerrilleros se puso a la altura del de Viola y desde allí dispararon con escopetas Itaka. Según la versión de los asesinos, los disparos golpearon en el parante delantero y, como consecuencia del rebote, “los balines” mataron a María Cristina en el acto, e hirieron gravemente a María Fernanda.
La teoría del rebote de los “balines” fue refutada por el hermano de Viola, quien asegura que los disparos entraron por la luneta trasera. Esto quiere decir que las dos nenas fueron las primeras en ser alcanzadas por los perdigones.
Una murió en el acto, pero la otra quedó herida gravemente y después de nueve operaciones pudo recuperarse a medias, porque en estos casos las secuelas físicas y psíquicas nunca desaparecen del todo.
El capitán bajó del auto, pero a los pocos metros fue derribado por una ráfaga. Malherido y en el suelo fue rematado por otro guerrillero que, según declaraciones posteriores de la esposa de Viola, antes de disparar la miró a ella con una sonrisa burlona.
Un parte de guerra atribuido a la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del ERP describe los hechos de esta manera:
A las 13.13 se acerca el objetivo. Se marca la señal y se retira el compañero. Se aproximan el auto operativo y el de apoyo separados 50 a 60 metros; queda el de apoyo semicruzado en la calle cortando el tráfico y apoyando a los compañeros. El automóvil operativo se aproxima hasta la misma altura que el objetivo – el auto y sus ocupantes – quedando medio auto adelantado. Siempre en los chequeos el sujeto descendía, en esta oportunidad la que descendió fue la esposa, quedando él al volante a la espera, seguramente para guardar el auto en el garaje. Al frenar el automóvil operativo disparan el primer escopetazo que da en el parante delantero izquierdo del parabrisas, el sujeto se agacha en ese momento y los balines dan de rebote sobre la hija de tres años que estaba atrás. El compañero de la ametralladora desciende y metiendo el arma por la ventanilla, dispara una ráfaga corta (4) tiros que dan en el sujeto que alcanza a descender, la ametralladora se traba, pero los disparos le dan a la altura de la base del pulmón izquierdo desde atrás, se adelanta mas y dispara con su pistola y remata al Capitán con un tiro en la cabeza y retoma el auto, mientras que el camarada de apoyo dispara a quemarropa con su ametralladora, hiriendo a la hija de 5 años que corre escapando hacia delante. Ejecutada la operación, la retirada se cumple correctamente. El abandono de los autos se realizó según lo planificado, lo mismo que la retirada de los compañeros.
Una semana antes de ser asesinado el capitán Viola le había dicho a su esposa -afligida por el rumbo violento que tomaban los acontecimientos-: “Todos corremos peligro. Esta es una guerra. Pero no te preocupés querida, porque los terroristas con la familia no se meten”.
Error. Se metieron y de la peor manera.
¿Y qué pasó con los asesinos? Algunos fueron detenidos y condenados. Es el caso de Fermín Ángel Núñez, que estuvo preso hasta 1987, cuando fue dejado en libertad por orden del juez tucumano Jorge Parache. ¿Motivos? Buena conducta. ¿Alguna otra explicación? Barría la celda todas las mañanas y leía la Biblia. Maravilloso y muy justo. Habilidades con la escoba y lecturas piadosas, y colorín colorado este cuento ha terminado.
Sorprendente pero verdadero. Para los asesinos de María Cristina no hay crímenes de lesa humanidad; para María Cristina no hay derechos humanos, ni siquiera compasión. Los elevados objetivos del PRT, las evidentes bondades de la patria socialista, justifican eso y mucho más.