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Inseguridad: demasiadas señales y ninguna acción eficaz

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Descacharreo

En menos de 48 horas un local comercial fue desvalijado y dos periodistas fueron asaltados en barrio Norte. Estos últimos a plena luz del día y a sólo unas cuantas cuadras de distancia.

La sucesión de casos de inseguridad se dio pocos días después de que Paola Tacacho fuera brutalmente asesinada, también muy cerca de ahí, por un femicida  que caminaba libre, aún con catorce denuncias encima.

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48 horas después de los asaltos a colegas, desde el Ministerio de Seguridad se informó que, al notar un incremento de la actividad delictiva, se había decidido intensificar la presencia policial en una de las zonas más caras de la capital tucumana, ubicada a pocas cuadras de la Casa de Gobierno, de la Legislatura y de los Tribunales.

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[su_note note_color=”#0A8C06″ text_color=”#ffffff” radius=”10″ class=””]La percepción casi inmediata de que se trataba de una medida tardía, poco menos que inútil, tomada al sólo efecto de generar la sensación de que se había hecho algo luego de la enorme difusión que tuvieron los casos mencionados, se confirmó cuando apenas unas horas después, otra vez un equipo de periodistas era violentamente asaltado, a punta de pistola, a plena luz del día y ante la atónita mirada de mucha gente.[/su_note]

Esta vez fue en un espacio público. Sucedió en predios contiguos a un hospital y a pocas cuadras de la Sub Jefatura de Policía.

Otra vez la reacción de los medios de comunicación impuso un ritmo vertiginoso a la difusión de lo sucedido, tanto que muchos de los colegas que llegaron al lugar lo hicieran antes que la Policía.

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Finalmente, al cabo de unas horas, el comisario Jorge Dip anunciaba la detención de dos sospechosos y la recuperación de lo robado, aunque poco después se sabría que sólo se pudo secuestrar una parte del botín.

Desde luego que para la pobre y marginal Bombilla difícilmente haya un operativo pantalla, como el que se montará en el opulento barrio céntrico. Aún cuando la excusa de un incremento de la actividad delictiva es cosa de todos los días por esas calles, como lo demuestra que la mayoría de los presentes conocía a los asaltantes, todos le temían y con razón, ya que fueron detenidos a pocas cuadras de la escena del crimen.

Esto demuestra que si hay un lugar que pide a gritos una mayor presencia policial como la que se anunció ampulosamente para barrio Norte es su contracara, el Juan XXIII. ¿La habrá? Parece poco probable. ¿La hubo alguna vez? Si la respuesta es si, está probado entonces que no sirvió para nada.

Y así, entre medidas que llegan dos días después de los sucesos que nunca debieron pasar, la inseguridad crece y se multiplica, alimentada por una ineficacia que ya no se disimula con nada y que tiene responsables en todas las esferas del poder.

Porque mientras al Ejecutivo no se le cae otra idea que no sea poner en la calle policías para custodiar escenas de crímenes, al Judicial se le acumulan causas sin resolver que tienen el rostro de los mismos delincuentes que dejan en ridículo al Ministerio de Seguridad, y los legisladores sólo saben impulsar normas que en la práctica no arrojan ningún resultado positivo, como la ley Anti Motochorros, o del otro lado, lanzar frases oportunistas con la idea de aprovechar el escenario de extrema gravedad para sumar algún porotito político. Pero Dios los libre del compromiso de tener que tomar el toro por las astas.

Este cuadro de situación terminó por generar la peor de las sensaciones en buena parte de la sociedad: la del abandono por parte del Estado.

Las muestras más claras se vieron de la peor manera cuando los vecinos de Abigail Riquel primero repudiaron la presencia policial que apareció cuando ya se había encontrado el cuerpo de la nena, pero nunca se vio cuando sus padres la buscaban en forma desesperada. Y terminó de manifestarse de la peor manera cuando algunos de esos mismos vecinos terminaron descendiendo al más profundo sótano de la deshumanización, golpeando hasta la muerte al sospechoso del aberrante crimen.

Claro que antes y después, con Marita Verón, con Paulina Lebbos, con Betty Argañaraz, con Daiana Garnica, con Milagros y su hijo Benicio, con Luis Armando Espinoza asesinado y arrojado a un precipicio por policías, con Paola Tacacho y las miles de causas por violencia de género que su muerte sacó a la luz, con las más de 120 muertes violentas que se contabilizan sólo este año, y con muchos otros casos que prolongarían demasiado estas líneas, las señales vienen manifestándose hace años.

Verlas, interpretarlos y actuar en consecuencia, es una decisión. Tomarla o no es asumir una posición ante el delito. Las cifras apabullantes dejan en claro cuál es la postura que se eligió desde la conducción provincial.

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