La nefasta pareja política conformada por Germán Alfaro y Beatriz Ávila intenta, durante el transcurso de los últimos días previos a las PASO, hacerle creer a la ciudadanía que ellos conforman la alternativa de los tucumanos cuando, en realidad, son quienes no tuvieron coherencia y hablan como si no tuvieran pasado. En ese sentido, ambos hablan de la situación de Tucumán haciéndose los desentendidos.
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Y es que el nefasto y oportunista cálculo de Germán Alfaro y Beatriz Ávila, pasa por el hecho de que creen que, por estar nuevamente en Juntos por el Cambio, harán olvidar que están vinculado al poder desde 1995 por medio del peronismo. Y es que en ese año fue concejal electo por el PJ, por lo que trata de hacerles creer a la sociedad que él y su esposa son la renovación cuando formaron parte toda su trayectoria del Partido Justicialista que ahora desconocen.
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Luego, ya entrado el flamante siglo XXI, Germán Alfaro se convirtió en legislador, y fue el primero que se jactaba de apoyar nada menos que a José Alperovich como gobernador. Cómo olvidar que en el otoño del año 2008, Germán Alfaro, decidió votar a favor del kirchnerismo, es decir, en contra del campo. De esta forma, el intendente capitalino se mostraba a favor de expropiar a los productores rurales de sus ingresos genuinos.
Y lo hizo desde su servil función al lado del alperovichismo/peronismo y kirchnerismo, sólo por cuestiones personales espurias en materia de “hacer carrera”. Luego de esto, el matrimonio municipal decidió redoblar la apuesta y seguir vinculado al peronismo oficialista de entonces, tanto a nivel provincial como a nivel nacional. Es por ello que para las elecciones del 2011, ambos fueron las caras visibles del Frente para la Victoria.
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Justamente, en ese año Cristina Kirchner lograba ser reelegida con el 54% de los votos e inauguró su “vamos por todo”, algo que por entonces les sacaba una sonrisa del rostro al matrimonio municipal. Y es que ese mismo año, muy sonrientes ambos, acompañaron al por entonces gobernador de Tucumán, José Alperovich y al intendente de la ciudad, Domingo Amaya, quienes consiguieron sus respectivas reelecciones.
Mientras que en la boleta del peronismo local, Beatriz Ávila fue electa como primera candidata a legisladora provincial, Germán Alfaro era electo como primer candidato a concejal capitalino. Claramente, por entonces ninguno de los dos renegaba de ser peronista y de ser de los principales dirigentes del espacio que manejaba a su antojo José Alperovich y en pleno apogeo del kirchnerismo.
Pero cuando el peronismo/kirchnerismo entró en desgracia y vio que perdía en las elecciones legislativas de las votaciones siguientes, Germán Alfaro traicionó al oficialismo del entonces y dejó su lado el apoyo que hasta entonces le había otorgado. Cuando el ahora intendente capitalino vio que perdían, decidió saltar la grieta para acomodarse del lado de Juntos por el Cambio como si su pasado hubiera quedado en el olvido.
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Fue entonces que advino el tiempo de hacer como el camaleón y cambiar de color según la ocasión. Fue así que llegado el caso, como ocurrió en el año 2015, decidió que lo más conveniente para sus planes era pintarse de amarillo. Pero cuando le llegó el turno a Juntos por el Cambio de renovar el crédito con la sociedad en las elecciones presidenciales del 2019, las urnas le aplicaron una derrota inapelable al macrismo.
Lo peor de todo, es que Germán Alfaro y Beatriz Ávila intentan hacerse los desentendidos y ahora montan un circo hablando de todos los males de Tucumán, como si ambos no formaran parte de la clase política gobernante en la provincia desde hace décadas. Justamente, el mismo Germán Alfaro que desde su corriente “Nueva Expresión Justicialista” fue el impulsor de la candidatura de José Alperovich a la gobernación, en enero de 2003.
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No se puede esperar menos de quién fue noticia a nivel nacional por revolear bolsones con comida desde camiones de la Municipalidad, como si fuera una remake del pan y circo romano. Tampoco sorprende con la desfachatez que niegan sus orígenes y critican a la clase política con discursos y promesas demagógicas sobre flagelos como el hambre o la pobreza”.
Definitivamente, Germán Alfaro y su mujer Beatriz Ávila, conforman una pareja cínica en el mundo de la política que no dudaron ni un segundo en intentar instalar en la ciudadanía que ambos conforman una verdadera opción de cambio, cuando en realidad no son más que lo mismo, pero ahora pintados de amarillo. Ya lo dice el dicho popular: “el zorro pierde el pelo, nunca las mañas”.