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Un Gobierno de cachivaches

No parece haber vacuna que preserve de los efectos distorsivos con los que el poder suele afectar el alma de los que se pretenden parte de la élite de los moralmente superiores cuando temen ser desalojados de su zona de confort

alberto fernandez sergio berni
Descacharreo

De la fiesta de Olivos y la platita de Gollán, a los dibujitos de Aníbal. Los muchachos no paran. No se privan de nada. Cuesta entender cómo llegamos hasta aquí. Qué desapego con la realidad, qué distancia promedio del suelo, qué delirios de mística política pueden afectar de manera tan dañina algo tan elemental como el sentido común de quienes hace tanto tiempo que nos gobiernan.

De ser “portadores sanos” a la “pérdida del olfato” y ahí sin escalas a la “niebla mental” en el mejor de los casos. Mucho error no forzado. Mucho tiro en el pie. La debacle de las PASO dejó al oficialismo con las defensas bajas. No parece haber vacuna que preserve de los efectos distorsivos con los que el poder suele afectar el alma de los que se pretenden parte de la élite de los moralmente superiores cuando temen ser desalojados de su zona de confort.

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La extorsiva renuncia de los ministros que nunca se fueron, los audios cloacales de Fernanda Vallejos, la carta de Cristina Kirchner. Los arrebatos y reproches. El fuego amigo graneado sobre la figura presencia. Una respuesta inflamada e inflamable que desató la tormenta perfecta. El vendaval se llevó puestos a varios de los “funcionarios que no funcionan” y trajo a otros tantos que están tratando de funcionar. No les estaría resultando fácil.

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Trabajan a plazo fijo y no saben hacia dónde van. Tienen fecha de vencimiento. Sin jefe alguno de campaña que los unifique, ni certeza acerca del rumbo a encarar, marchan a tontas y a locas guiados sólo por el instinto de supervivencia y el probable convencimiento de que, como sostiene un viejo dicho peronista, cuando todos creen que se están peleando en realidad están aplicados en reproducirse.

Solo eso puede explicar tanto descalabro, tanto desaguisado, tan desconcertante seguidilla de reacciones intempestivas e inconducentes. Martín Guzmán salvó la piel pero lo marcan de cerca. Manzur, ya montado en su proyecto “Juan 23″ lo alcanzó en su propio papa-móvil para evitar que se corte solo. Kicillof pena en silencio tras ser intervenido. Tiene la plaza cercada. Subordinación y valor.

En este contexto de desasosiego y precariedad cada uno hace lo que puede. Agudo comentarista de la actualidad, el panelista Sergio Berni bajó un título. Definió al Frente de Todos como “un cachivache”. Tan afecto a los medios, esta vez se despachó en off dejando trascender sus pareceres en conversaciones de sobremesa. Anunció que a más tardar en noviembre se va. Soldado que huye sirve para otra guerra. Él también quiere ser Presidente en el 23.

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La profundidad de la grieta dificulta un acercamiento y las señales que emite el oficialismo son confusas y están marcadas por una profunda crisis de desconfianza. El resultado de las urnas del próximo noviembre difícilmente revierta este estado de cosas. En definitiva, se trata de un verdadero gobierno cachivache que se maneja como elefante en un bazar, es decir, de manera torpe y sin siquiera entender por qué.

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