Flagelos como el narcomenudeo no solo no se ven afectados por la pandemia mundial de coronavirus, sino que, por el contrario, se refuerzan y hasta adaptan su modus operandi para volverse más eficientes ante la perplejidad de la Policía. Y a partir de la flexibilización de la cuarentena, este tipo de delito avanzó todavía más gracias a la modalidad delivery que sortea controles y distribuya sin complicaciones la droga.
No es casualidad que sea en las zonas más calientes de la inseguridad, es decir, los barrios de la capital, donde se siente que el narcomenudeo ganó terreno. Se trata de complejas redes cuyo entramado fue aceitando su mecanismo de distribución. Este accionar funciona a modo de “emprendimiento” en torno a una misma familia que se ocupa de sostener el negocio en lo que hace al territorio del vecindario.
Estos grupos se reproducen como hongos y nada parece siquiera generar un rasguño en la compleja trama que implica el narcomenudeo. Solo en el mes pasado, un total de seis organizaciones lograron ser desbaratadas, todas con sede de su negocio en diversas localidades de San Miguel de Tucumán. Se trata de la zona de calle Bolivia al 2.300 o los barrios Alejandro Heredia, Villa 9 de Julio o Bajo La Pólvora.
Más de medio kilo de cocaína, cerca de 500 gramos de marihuana y unas 250 pastillas de psicofármacos forman parte de una mercancía que se dispone en dosis. Esta es la prueba de la comercialización a pequeña escala que implementan con el fin de evitar ser detectados por los efectivos policiales. El dinero que circula es mucho, demasiado como para que muchos consideren este tipo de actividad ilícita como un trabajo a desarrollar.
“Con la flexibilización de la cuarentena, se notó un incremento en los hechos compatibles con narcomenudeo. Por supuesto, esto también está relacionado con los controles en las fronteras, ya que bajaron un poco las inspecciones estrictas”, fue la explicación que brindó el subdirector general de Drogas Peligrosas de la Policía local (Digedrop), Javier Villafañe. La gravedad de estos hechos contrasta con lo poco que se hace para resolver de raíz este flagelo.
Y es que el narcomenudeo es apenas la punta del iceberg que oculta la base sobre la cual puede florecer como un mal llamado negocio rentable. Y es que la pobreza resulta un ambiente propicio para reclutar a los llamados “soldaditos” para que sean los peones en este macabro juego del cual se benefician los señores de la muerte como es el caso de quienes compran estos productos con los narcos jefes para vendérselos a jóvenes desesperados por una dosis más.
Y es que no escapa al saber cotidiano que estos chicos están desesperados y al borde del colapso por culpa de su adicción a las drogas. Por lo que necesitan salir a robar para poder costear sustancias que los alejen de la realidad por lo menos durante algunas horas. ¿Estará en condiciones el ministro de Seguridad, Claudio Maley, de poder cambiar esta situación? A juzgar por su labor en esta provincia, claramente, eso no será posible.
